... que lo que se dice queda [en la memoria ajena]. Sobre todo las estupideces que uno fue soltando por ahí como nada más que comentarios intrascendentes... que luego pueden revolverse de una manera no tan inocente...
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El único deber decisivo tendría que consistir en no hacer daño, en inmovilizar de algún modo la rueda continuada del dolor, no en salvar a alguien o a todos. Ahora bien, aunque hayamos renunciado a esta escatología del resurrexit en cuerpo y alma, no se ve de qué forma prescindir de una segunda oportunidad, que todos tendremos que concedernos para solventar los males que no nacen del fondo del alma sino de la necedad.
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