11 de septiembre de 2008

Anomia social

La frivolidad nos emparenta con nosotros mismos y con nadie más. (Aunque deja desolada la casa en la que habita, sin que -esta vez- el reconocimiento le produzca alegría.)

Fin de la política y de la amistad: a lo cual sirven magníficamente las imágenes del tiempo, de uno que se satura de ellas: espejo espejito...

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En tanto que conducta individual la frivolidad convierte la vida en un brindis continuado de copas burbujeantes. Chispas y más chispas en el entrechocar del cristal. Así ocurre por la mañana. Por la tarde retorna la conciencia vacante... y nos dice qué estúpidos hemos debido ser (mostrarnos) delante de las conciencias ajenas, que no perdonan---

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¿Por qué habían de perdonarnos? Competimos todos, hombres y mujeres, hombres contra hombres y mujeres contra mujeres, todos contra todos, por pequeños puestos y símbolos que nos alejen de la vulgaridad general. Iguales en derechos para destrozarnos. Si todos devenimos en predadores la paz se enquistará en tregua, en el mejor de los casos. Pero no podrá ser paz consentida, ni sentida.

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Autoficción: Vila-Matas.

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En un diario no todo tiene que ser inteligible, porque se mostraría la falsedad: se escribe para uno mirando al otro-lector. Esto sería la falsedad.

No se tiene que escribir para nadie, sino para la verdad---

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Oh, verdad: intención remotísima -marco de todos los cuadros, maniquí sin carne en los escaparates-, verdad que ha de amarse exclusivamente porque no ha de tenerse.

(Verdad del diario: ser en sí tiene que implicar ser para otro. Pero no han de exagerarse los efectos.)

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Quien no maneja tu lengua se hace también una opinión de ti, y no ha de equivocarse del todo.

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