Basta conducir, y pensar, dos horas y media para saberlo. Seguir autovía adelante, y pensar.
***
Convenimos, mi amigo y yo, en la superioridad de la pentalogía autobiográfica de Th. Bernhard. Hablábamos de A. B. y su trilogía, que yo no conozco. Pero no, la pentalogía bernhardiana no es que sea superior, sino que es estación obligada del lector. Por ejemplo: "La ciudad, poblada por dos clases de personas, las que hacen negocios y sus víctimas, sólo es habitable, para el que aprende o estudia, de forma dolorosa, una forma que turba a cualquier naturaleza, con el tiempo la disturba y perturba y, muy a menudo, sólo de forma alevosa y mortal. Las condicionas meteorológicas extermas, que irritan y debilitan continuamente y, en cualquier caso, enferman siempre a las personas que viven en ella, por una parte, etc., etc." Así empieza El origen, la primera entrega de la pentalogía, publicada por Th. Bernhard en 1975. Mi ejemplar lo compré en M., en el año 2000, cuando yo era un hombre joven todavía. No puedo evitar, al leer este primer párrafo, pensar en que a cualquier joven la ciudad se le ha ofrecido bajo este cariz perturbador, aunque le moviera el amor en ella o hacia ella, o justo porque le moviera el amor y estuviera en eso equivocado. Se me ofreció a mí, la ciudad, con este aspecto, cuando yo era un muchacho y estaba enamorado. ¿Conoce el joven lo ridículo de sus movimientos, el sinsentido de sus esfuerzos? Evidentemente no, porque se vería obligado a parar sus pasos.
Hablábamos, esta tarde, mi amigo L. y yo, de nuestros conocidos, de nosotros mismos en la exacta, modesta, medida en que podemos reconocernos al cabo de los años. De X y sus protestas y malas artes, de Y y su hastío del mundo, de Z, que no sabíamos si se había casado. Porque me acuerdo de ellos, y por Th. B., del que incidentalmente hemos hablado, me he acercado al estante a mirar mi ejemplar, y he encontrado esta primera frase y la que sigue. "La ciudad, poblada por dos clases de personas... ". O mejor: los he recordado al leer el inicio de El origen.
Qué difícil se antoja evitar que asome la piedad por momentos. Sin embargo, tiene que estarnos prohibida, si de veras hemos acabado deseando únicamente la verdad. El muchacho iluso se transforma en el ser maduro que adopta sus oportunidades, que se adapta a ellas. Ninguna contradicción: Th. B. murió en 1989 y sus páginas siguen formando parte de la verdad necesaria. El adulto deja de ser aquello que nunca fue.
No hay comentarios:
Publicar un comentario