9 de agosto de 2010

Locura & locura, III

En el caso holandés la cosa está clara: la luz, los objetos, los espacios, etc. tienen que verse descoyuntados. cada una de las almas que viven en él, que son él porque residen en su soledad, precisan de un paisaje correspondiente, otro. Así se vería en él, si estuviera en el inicio del mundo: víctima del mismo sol que obra bien porque da luz. Lo que él conoce de sí mismo tiene que proyectarlo en un cuadro arrasador. Perfecto y mortal. No tengo ni que decir que el cuadro quema, que la habitación quema. (Tampoco debe extrañar que los multimillonarios hayan aprendido lo que no supieron los burgueses contemporáneos. La desolación cotiza, finalmente.)

En cuanto a Cervantes, la situación se muestra relativamente más sencilla. Se trata del camino de la pasión por el mundo... Cualquiera de los que son él, porque residen en él, podría emprender su viaje en verano. En la hora del calor más destructivo. El mismo sol que alentaba la justicia, que ha desaparecido del Estado. Del rescoldo del bien perdido se alimenta la emoción que se pone en marcha---

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