17 de agosto de 2007

Un viaje, una deuda

(Granada)

Cumple con lo prometido, vuelve a ver un cielo y a respirar un aire que tenía olvidados. ¿Es lo mismo? Como no tiene tiempo para pensar, ni para escribir, lo deja para después.

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“Está en Inglaterra, en Londres; llene trabajo, un trabajo como Dios manda, mejor que la enseñanza, por el que le pagan un sueldo. Ha escapado de Sudáfrica. Todo va bien. Ha alcanzado su principal objetivo, debería estar contento. De hecho, a medida que pasan las semanas, se siente más y más abatido. Tiene ataques de pánico, que le cuenta superar. En la oficina no hay nada más que superficies metálicas a la vista. Bajo el destello sin sombra de la iluminación de neón, siente su alma amenazada. El edificio, un bloque de hormigón y cristal desnudos, parece desprender un gas inodoro, incoloro, que se le cuela en la sangre y lo atonta.” (Coetzee, Juventud, p. 62)

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¿Cómo no identificar el espacio de Coetzee con el carácter, con su falta?

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