- Se admite la adscripción arbitraria: creyendo que no hay un límite semántico que diga "esto" es real (empírico), "esto otro" no.
- No se niega la verdad, sino que exactamente de eso se trata: de su necesario cuestionamiento (su lugar) en la frase o en la proposición, y no en el conjunto complejo o red de ellas... para entonces la referencia se habrá perdido, con sólo una invención, un lapsus, una pequeña mentira o un silencio que inadecuadamente haya contaminado el conjunto: en la proposición simple habita la verdad, con tal de que S y P sean reconocidas -es decir, su relación- en el mundo.
-Pero, ¿en cuál?
-El presente, el del lector, la enciclopedia social admitida.
***
Y encuentra el manuscrito de X: una riquísima composición de aventuras, de predicados. Sin decirlo a nadie lo publica con su nombre: una mentira se ha introducido en el mundo, con el descaro de un hecho consumado.
Entonces, ¿se va a dar como falso un tesoro que contiene un único fallo?
- Si Y lo hubiera soñado no habría ninguna falsedad en todo el asunto: ¿sería más verdadero?
- O imaginemos que sólo nos quedara el manuscrito, descubierto al cabo de mucho tiempo: cuando nadie pudiera responder por la existencia de X. Es evidente que el sujeto X, que no se sabe si existe, por esa misma razón puede ser inventado: incluso Y podría hacerlo.
No cambian ni los hechos ni las personas. Sólo cambia la verdad.
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