A veces, un poco entontecidos, el catarro o el vino, cualquiera puede convertirse en pensador, yo mismo, tú, él. El sentido de la narración, en estos casos, ocupa un lugar ambiguo. (Entiendo por narración cualquier hecho... que ha afectado a los humanos. En un mundo vacío no hay narraciones, ni los dioses están inventados.) Ocupan el primer plano la pregunta y la voluntad, las dos, correspondiendo la segunda a un amor inefable que le despierta la primera. El que le habla al otro, por esto mismo le ama (tampoco en un mundo vacío han nacido las conversaciones, ni dioses que se entretengan con ellas). Quiere corresponderle él, el objeto amado, a quien le habla: desea entender; siendo como una noche oscura de mensaje y mensajero, por lo que quien ama el lenguaje tendría que ser amigo de los hablantes (así, fundar ciudades y propagar un reino en el tiempo).
Quién sabe! Todo se resuelve en dudas y nada.
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