21 de octubre de 2008

Sócrates, padre

Uno y el mismo. Amante de las ideas, desastre doméstico. Sócrates espejo.

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Mis materias: Arendt, Guthrie, Chesterton, Heidegger, Eggers Lan, Postman (Neil), R. W. Emerson, Horkheimer, Bloy que no lo he acabado, Trapiello que anda por ahí, todos encima de la mesa, de cualquier mesa, en equilibrio más que precario. Las neuronas se enloquecen con tanta asignatura. Los diarios y los blogs. Yo tan cansado e insomne… La luz que se va de vez en cuando y deja los archivos no guardados en el limbo (es un decir: mueren, simplemente). Una sombra o un peso en la cabeza: la falta de sueño. Una preocupación, la idea trivial que vuelve obsesiva. La tarde, los ritos, los libros. La confesión, esta máquina de ojo grande que me mira. El router que se ha perdido.

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Una idea, y ojo!, que casi no me quedan: del catálogo de H. Arendt. La idea de que la inteligencia moral (y consiguientemente política) arraiga en esa conciencia, dúplice, que no quiere tener por amigo un criminal en casa (en la misma mente y persona). Una inteligencia que se ejerce judicativamente: creando precedentes, sin subsumir formalista, filistea o autoritariamente, los actos propios en reglas fijas (que se pueden intercambiar por otras, manteniéndose constante la funcionalidad total del sistema). El acto (moral por individual) proporciona un ejemplo, se pone a sí mismo como cuasi universal (modelo) al ser el individuo capaz de representar imaginativamente una comunidad de individuos. Una especie de simpatía racional que vale, igualmente, para el juicio de gusto estético… ¿Hasta la llegada del arte de vanguardia, esto último?

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Permezzo!

Humanidad
Como Sócrates. Una débil argumentación, todas lo son, junto a una férrea voluntad de justicia y virtud. De honestidad, de no desear a nadie el mal que para ti no quieres. De humanidad, de sufrimiento, de ver reflejado tu propio y absurdo dolor en el dolor del otro. De no avergonzarte de ti mismo ante el espejo. De saber que has hecho lo que has podido sin esperar ningún beneficio. Dejar de considerar la existencia como si fuese eterna y contemplarla -triste, lúcido y templado- como un absurdo escenario al que no le hace falta tu mezquindad ni tu mercantilismo sentimental. Que el mundo, la humanidad, sería más grosero si tú te guiaras por sus groseras normas egoístas y miopes. Que la nada es un poco más llevadera desde la bondad y la compasión.
Publicado por Egoficción en
12:31

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Sócrates, el ciudadano que pregunta, y porque pregunta y no llega a responder (por escrito) no figura como el mayor filósofo, pero debe ser considerado el filósofo, el filósofo necesario. No escribe y se lo deja a otros, que interpretan lo que ha abierto su lenguaje, su hablar y preguntar.

Qué fácil es que se pierda toda esta herencia (igual que si fuera teología, ¿quién se acuerda hoy de la teología -que es lo supremo?), entre el papanatismo tecnológico y la estupidez (moral) de las masas progresivas.

4 comentarios:

Egoficción dijo...

El Sócrates de Jenofonte es menos 'sabio' que el de Platón. Es más real. Un Montaigne, por ejemplo, es una buena versión moderna. Actualmente...

Egoficción dijo...

¿Qué lees de Emerson? Leí su Platón... demasiado victoriano.

Martín López dijo...

Auto-confianza, en una graciosa traducción que he sacado de Internet. Me suena a Whitman, lo que no es poco. Exultante, hímnico o yo qué sé.

Martín López dijo...

No es poco Whitman. Que me suene a mí sí que es poco: Seguro que estoy equivocado, o yo qué sé...