Trascendental (y valiente) artículo de E. L., al hilo de la ocurrente memez británica del ateísmo de autobús.
La idea se le ocurrió a la escritora Ariane Sherine como manera de contrarrestar los mensajes amenazantes, de infierno y maldiciones, con que la Iglesia suele calentar los oídos a los no creyentes.
La Iglesia, ya. Yo es que voy a la iglesia (que tampoco es que vaya mucho) y es que es fatal, oyes, un amenazar intolerable a l@s feligres@s, o sea, desde que entras por la puerta: que si el infierno, que si el fuego, que si nosecuántas cosas más. Bueno, y a los que se quedan fuera, es que miedo les tenía que dar si se enteraran de los planes homicidas de los sacerdotes. Fatal, chica.
Además de todo, el artículo es un modelo de coherencia (los ingleses son muy finos y educados... pero hay cosas que a la mesa no se pueden decir) y rigor (¿qué tendrá que ver la Palin con la Conferencia episcopal?) en la confusión de todas las iglesias cristianas.
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