Política y verdad. Contra la verdad, más bien.
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Mark Lilla, "La política de Dios", en Claves de Razón Práctica:
“El liberalismo y la democracia de corte occidental
no han podido contribuir a la realización de
los ideales de la humanidad. Hoy, esos dos conceptos
han fracasado. Los más clarividentes pueden oír
ya el ruido de la fractura y caída de la ideología y
del pensamiento de los sistemas liberaldemocráticos.
(...) Nos guste o no, el mundo gravita hacia la
fe en el Todopoderoso y la justicia y la voluntad de
Dios prevalecerán sobre todas las cosas”.
(M. Ahmadineyab, según lo cita Mark Lilla)
La explicación viene de aquí, de un aventurerismo lógico, o exceso inductivo:
Saben que las cosas que fabrican
ellos mismos funcionan de una forma predecible
porque las conciben y construyen
con un fin determinado. Tensan el arco, la
flecha sale volando; para eso se hicieron.
Así que, por analogía, no les resulta difícil
asumir que el orden cósmico fue creado
para un fin, que refleja la voluntad de su
hacedor. Al seguir con esa analogía, empiezan
a hacerse ideas sobre ese hacedor,
sobre sus intenciones, y por lo tanto sobre
su personalidad.
Un exceso anclado en nuestros genes:
Hemos aprendido demasiado bien la lección
de Hobbes; y hemos dejado de atender a
la de Rousseau.
[Esto es, la terapia hobbesiana se ejerce como poder supremo, también sobre los espíritus, con el fin de acabar con las guerras civiles religiosas; el bondadoso R., por contra, mantiene la utilidad moral de la disposición religiosa.]
La conclusión del ensayo de Lilla es desoladora. La conclusión es que no hay nada que concluir, que las cosas están como están.
Otros textos de Lilla, en Letras Libres.
Un ejemplo: este hermoso ensayo ("La seducción de Siracusa", 2004) sobre la estela del triángulo Platón-Dión-Dionisio.
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