Ajustar cuentas con las ideas fijándose en la vida del que las enuncia me parece un error completo. Implica dar por verdaderos una serie de supuestos, sobre los sucesos producidos por los seres humanos, que no resisten el menor acercamiento crítico. De hecho, representa la superstición de las supersticiones tardorrománticas: la aspiración a la magia del instante en el que el espíritu de la vida se traslada al texto.
Naturalmente, no se debe caer en el vicio contrario: pensar que el lenguaje se habla, que la obra se escribe. Esto es, que la estructura se gobierna a sí misma sin la mediación subjetiva---
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Un ejemplo terrible:
"Lo miraba /a J. J. Sebreli, autor de El olvido de la razón/ mientras comíamos, algo pálido y cansado, con los ojos como periscopios, y aunque se veían en esa cara las huellas del jet lag sobresalían las de Heidegger. ¡Lo que este hombre ha debido pasar leyendo, y vuelta, al fantasmón!; tratando, justamente, de leerle, es decir, de aplicarle una corrección intelectual y moral que difícilmente mereció un sola de las líneas heideggerianas. Ese fascinante combate entre un hombre con sentido pugnando por injertárselo a una masa muerta se ve dulcemente aligerado con algún episódico excurso a lo Paul Johnson, y sus Intelectuales (de izquierdas)."
(Arcadi Espada: www.arcadi.espasa.com/mt-static/2007/06/_que_hacer_dijo_lenin_1.html)
Si todo esto fuera cierto, habrá muerto la filosofía---
Si no, habremos hecho bastante por lograrlo, dando crédito a una opinión entre otras: la de que las ideas platónicas correspondían al error de sacar del cerebro sus excreciones naturales, y nada más---
Detecto, de todas formas, un aire de frívola alegría para el que no estoy dotado, porque no me gusta---
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