(...)
El conjunto, una vez disperso, no se recupera íntegramente; ésa es la tensión: la cual, cuando no había transcurrido demasiado tiempo, parecía ser un mal menor, un virus benéfico de la infancia -de la humanidad, de la persona. Pero vemos que no es así, y cuando se va dejando el remedio para más tarde, para mucho más tarde, parece decírsenos (la tensión lo dice) que el bien tiene que ser ya (en) la misma sucesión---
Está olvidada para siempre la intención del primer intérprete y hacedor---
¿Qué pasaría?: si cupiera en un esquema absurdo del universo la idea -mortal, pecaminosa- de que la obra se ejecuta ya antes de ser realizada---
y así desde siempre: para querer convencernos (nosotros, los únicos) de que la identidad la inventamos nosotros, los únicos---
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