El ojo indecente ha entrado en la guarida de la pobreza, violentando la dignidad precaria que nos está reservada a los seres humanos. Para esta anciana y su sobrino no queda el consuelo del ocultamiento para su condición menesterosa. Podrían esconder su estado, cuando hablaran.
En efecto, la serenidad de sus palabras y actos comunican al espectador -que se ha hecho indecente mirando, o que ya lo era antes- la suerte que tiene al estar al otro lado de la miseria televisada---
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