Mi acordeonista demente, que acompañaba -desafinando- el murmullo de las fuentes públicas. Le vi, no hace mucho tiempo, manteniendo una cuerda conversación de rutina---
Mi ciudad, que ha decidido dejar descansar - ¿por cuánto tiempo?- su fealdad mellada, de casas nuevas alternando con ruinas o con solares vallados---
Yo mismo, sin ciudad y sin música, bajando la cabeza entre gentes silenciosas, de tez oscura y de paso lento---
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