(Vox populi, vox auctoritatis: como Dios manda, y sus señores delegados terrestres)
De una carta al director, ayer, en el diario El país:
1. "...sólo he podido aplicar el 20% de mis conocimientos... "
-Pues qué mal, oiga. Yo el 100%. Como no sé nada, y 100 x 0 = 0: pues por eso. Y aun el 200 % y el infinito % se me admitiría en justa matemática, que no va a ser uno menos que el otro...
(¿Absurdo, no? En efecto: tanto como intentar cuantificar uno lo que sabe, aunque eso puede calificarlo. Sí.)
2. "No por tener el Premio Nobel de Literatura quiere decir... "
- Naturalmente. Nada que objetar.
-¿El camarada Iosif Brodskii -me pregunta? Mal, muy mal, un vago, y el caso es que cuando quiere... Lo mismo que el camarada Octavio Paz.
(Qué país más esplendoroso, que puede prescindir de un Premio Nobel en la enseñanza secundaria. Y no sólo de Literatura, que es cosa ambigua, sino de Física o de Química también, no nos vayamos a creer. Un suponer: Karl Popper en un instituto -aunque éste no era Nobel. No, aquí con los chicos no daría la talla. ¿Me dice que trabajó en uno? Aquí eso no habría pasado.)
3. "... se traduce en humildad... "
Se trata de un concepto muy agradable al poder divino y humano. Con la humildad se llega muy lejos, hasta primera línea de playa, con un poco de suerte. Sin ella es muy poco lo que se puede conseguir al respecto: hay que ir los domingos en coche y luego volver, soportando los atascos y la sensación de pobreza.
La humildad es mejor.
Pensemos: Siempre es útil predicar las cadenas para que después no se desmanden.
Oremos: Líbranos señor (político) de las libertades de pensamiento, pues nosotros no sabemos lo conveniente y necesitamos las leyes y los reglamentos que vienen de arriba, que son más infalibles que el Papa.
***
Cada uno en su sitio: los Nobeles en Estocolmo y en los salones patrios; en los institutos los buenos, silenciosos y eficaces servidores---
(Rompe la lógica del asunto el alma ampliamente generosa de un escritor francés argelino, cifra viviente y memorable del hombre prudente aristotélico: él no se avergonzaba de agradecer a su profesor de instituto en un lugar tan inadecuado como Estocolmo.
¿Qué país de fantasmas habría preferido no tener a Albert Camus, el alumno en Suecia, de profesor de Filosofía?)
(¿Quién ha dicho esto? ¿Cómo se atreve? ¿No sabe que estamos en una nación de ciudadanos?)
***
R. Kapuscinski, El emperador:
Se trata de una obra maestra: la voz neutra del informante se deja escapar el mayor sarcasmo, como cuando proclama la maldad de los que denuncian la muerte por hambre, y no muchas /¿páginas?/ después el mismo informante confirma el hecho, y le da carta de naturaleza y de eternidad: como si la muerte por hambre fuera un asunto mítico, una obligación religiosa (y esto no está lejos de la filosofía amhara). Es decir, que la maldad de los denunciantes, su mendacidad imperdonable, consiste en que dicen la verdad---
Sin que tenga, por su asunto -¿o sí?: el poder, claro, la cursilería criminal que lo acompaña, la miseria innoble...; o sea, teniendo todo que ver -, nada que ver, el tono de la escritura de este soberano libro de R. K. me recuerda a La fea burguesía, una colección de historias monotemáticas de Miguel Espinosa. Y me lo recuerda pensando en que alguien debe conocer realmente el oficio de escribir/vivir si es capaz de transmitir con la mayor frialdad el asco infinito que puede llegar a producir la maldad de los seres humanos---
NOTA: En la edición electrónica -en .pdf- de El país, no aparece la carta que está en el periódico impreso, con el título de "La otra cara de la educación". Mejor aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario