En la tabla, blanca, que hace de expositor solo hay un montón de ejemplares de ese periódico en concreto. El precio de cada uno, en torno a los cinco euros. Pregunto, porque no se ve que hoy lleve nada especial. El motivo, me dice el encargado, es que al papel empleado se le da un tratamiento especial. En efecto, parece satinado. No hay nadie alrededor. No veo la cara del kioskero, solo oigo su voz. No estoy nadie más que yo, supongo. Y por esto no sabría decirte si esto es o no una ciudad habitable. Porque tampoco estoy seguro de estar yo.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
3 de noviembre de 2022
Un kiosko (Dcnv)
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