La ciudad solar es su hermana simétrica, ajena a inviernos. Los convalecientes, emergidos de sus catacumbas, cruzan la carretera portando sus sillas y se instalan en el aparcamiento abandonado del cuartel militar. Una piedad anónima ha quitado la cadena de la entrada, para que los enfermos puedan recibir la luz y el calor en sus cuerpos destemplados. El lugar no puede ser más desolado: suelo de cemento con grietas y algunos yerbajos luchando por salir. Lo mismo que ellos. El viento que se cuela por la valla de alambre es la voz del alma suspendida.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
13 de noviembre de 2022
Cdnv
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