Tampoco habitaré, aunque la he visitado muchas veces, en esa ciudad ribereña sin río, dueña de la luz más rotunda que haya visto nunca. No es una ciudad hermosa, sus calles son más viejas que antiguas, las casas que pudieron ser nobles perecen de abandono, pero es cómoda y clemente con los viajeros. Si estos se conforman al áspero acento de los pescadores. Vista desde arriba, desde las ruinas de la fortaleza, la línea de la playa la delimita rotundamente y abre la mente a sueños de islas. No sé si será tan raro decir esto último, porque la verdad es que esta ciudad y la provincia del mismo nombre siempre estuvieron un poco al margen de la historia, aunque no libres de sus crímenes.
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