El discurso es culpa. Eso se conoce inmediatamente. Sobre todo pasa con las charlas algo etílicas: la inteligente claridad del momento se vuelve lo que realmente es. Nada más que proyección pública de la frustración. Más sabio cuando y cuanto más callas.
Sin embargo sí que valdría la pena recopilar estas experiencias tan comunes de maltrato, la violencia de baja intensidad y retrasada con quienes fuimos escolares en los 70, en las postrimerías de aquel, y después de aquel. Un muro para la exposición de las pequeñas infamias, de la mala sangre, la mediocridad y tantas menesterosidades. A pesar de todo, eso sí, aquí estamos.
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