En Weekendland está abolido el tiempo corriente. Calidades extremas jalonan el recorrido de la arena en el vidrio, empezando por la mañana del primer día, bien temprano. Es el momento de los planes, sendero de montaña o restaurante en la playa, en módicos kilómetros y horas a fin de conllevar la pesadilla de la semana. Un árbol centenario o un modesto rompeolas en la playa sucia inhieren en la memoria de las cosas de los convecinos. Yo no me cuento entre ellos a causa de otra de sus aficiones, para mí irresistible y ominosa: la visita vespertina obligada a las grandes superficies, en particular aquellas que incluyen películas en su recorrido. No me creo mejor, simplemente que no tengo fuerzas para ese modus vivendi.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
12 de noviembre de 2022
Cdnv
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