25 de mayo de 2020

Sobre Anselmo el Paseante hemos de confesar, el rigor que debe figurar en el escudo de la ciencia nos obliga, que son bastante escasas las noticias que poseemos. Aparte de su peripatetismo, del que su sobrenombre es huella, no quedan más que algunas referencias muy de segundo orden (como dichas por alguien que había escuchado a otro comentar que) acerca de su verdadera doctrina. Lo que no es óbice para indicar su peligro y el veneno que destila si se siguen de manera consistente y constante sus consecuencias. Por demás, es tonto sacrilegio mencionar su parentesco con el gran Anselmo, puesto que este es muy posterior.  Nuestro pataperro (así le descalifican cruelmente quienes dan noticia y denuestan sus ideas) pertenece a un tiempo en el que ya han desaparecido los pueblos, pero todavía no han emergido las ciudades y sus cortes. Quizás por esa falta de arraigo, se decidió Anselmo por marchar contra los axiomas venerables de la razón. Principió por el de contradicción. Y así llegaba a decir que ser y no ser dan lo mismo que lo mismo dan, y que el pensamiento se ve reflejado en la extrañeza de tener que admitir cualquier cosa si se le impone el férreo corsé de la coherencia. Lo que tales declaraciones signifiquen, si es el caso, nadie lo dice. Nosotros vemos aquí que el parsimonioso búho ha emprendido un vuelo enloquecido hacia el sol.

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