Alcuino Montalbano, vástago tardío de pobres labradores hechos a fatigas y sacrificios sin cuento, dio en malgastar mucho del escaso peculio acumulado con empresas seguras, si bien modestas, en metódicos y torturantes monólogos acerca del sentido y la referencia. La máquina de la palabra: así quería nombrar su obra nonata acerca de la aventura del hombre cabe el ser (según lo trasladaban desde Germanía los trasterrados retornados). Homenaje a sus silenciosos padres pretendía ser este trabajo chinesco, y a fe que lo lograba con su propia soberbia mudez cuando era requerido para cualquier asunto. Cualquier domingo, el oro... pensaba para su adentro, sin saber bien lo que significaba ese barrunto.
Mientras, los niños esparcen al sol de las calles sus gorjeos sin mañana.
1 comentario:
Sigo con el mayor interés estas vidas improbables. ¡Por favor, siga usted con ellas!
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