11 de mayo de 2020

En el photobook soñado, de un blanquinegro perfecto en la sucesión de sus páginas, solo queda para la memoria una imagen (¿una marina?) de barcazas en el puerto. Están inmóviles y sin embargo se mueven. La otra imagen, la de los bañistas en la arena, la he olvidado. No el paso leve y lento del álbum. (La tersa suavidad de un papel añejo que brilla cuando es acariciado por la mano, como una piel impresa, si decirlo así no fuera  más que inquietante. Como lo es el sentido del tiempo y los objetos que devuelve, traídos por las olas.)

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