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21 de mayo de 2020
Alumbraba en Renato Polaino, de ascendiente paterno algo hungárico, la peregrina especie de que en los cacúmenes infantiles hállase un cúmulo de gérmenes de verdad de la buena, es decir aquella exenta de espúreas impurezas y que al fin se indisocia en unidad sustantiva y todo eso; y que por mor de ello es menester impepinable de padres y maestros cultivar esos rudimentos en el tierno. como quien dice ex ovo. A tal fin, argüía nuestro sapiente varón acerca de la idoneidad de familiarizar al niño que farfulla sus primeras palabras con los elementos esenciales, extractados, del modelo atómico de Rutherford-Bohr. Así, el niño, en su amoroso confiar en la prudencia de los mayores, alcanzaría a querer comprender que en tal baile insensato de partículas se encuentra profundo hontanar de significados. A modo de complemento, y para sembrar en el puer la inquietud y apetencia por el interés práctico-emancipatorio del parlamento agoral, que no sólo de ciencia fría ha de nutrirse el hombre, aconsejaba los escritos de Cuenca Toribio, eximio catedrático.
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