8 de agosto de 2008

Desmoralización

Producto de una educación deficiente, mediante la cual las democracias sociales (cristianas, socialistas) han convencido a cada uno de sus clientes de que -todos y cada uno de ellos- se encuentran en el sexto estadio moral kohlbergiano, y subiendo.

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Un ejemplo: la imposibilidad de someter a crítica los actos ajenos -de todo signo: individuales o sociales, políticos o no-, puesto que -no se nos vaya a olvidar la evangélica viga- primero hemos de mirarnos (a) nosotros mismos. Esto está muy bien, pero resulta totalmente impráctico: no habrá manera de enjuiciar ningún acto ajeno, dado que nunca estaremos seguros de si no habrá otra recóndita viga más que nos descalifique moralmente, a nosotros, los arrojapiedras; además, no se entiende por qué mi yo enjuiciado no ha de tener alguna especie de abogado defensor respecto al yo que lo enjuicia, y así sucesivamente.

Todos inocentes, QED.

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