P. 38
Me pareció muy prometedor el hecho de que las hileras de casas estuvieran interrumpidas aquí y allá por solares en ruinas, pues desde que había estado una vez en Múnich yo nada asociaba tan claramente con la palabra ciudad como las montañas de escombros, los muros desnudos y los huecos de las ventanas por donde se podía ver el cielo. (W. G. Sebald, Los emigrados, Anagrama, 2006, p. 38)
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