17 de septiembre de 2010

La libertad y la destrucción

Un hombre no llega a serlo del todo si no ha vivido durante un tiempo en una isla, si no se ha convertido él mismo en una isla. Estirando el interior, alimentándose de entrañas. Un ser despojado y humilde al que sus mismos párpados le hacen sombra. Yo sé que una isla se encuentra en cualquier parte, y que basta con querer vivir en ella. (Sorprendentemente me encuentro con X, que me saluda y me habla de Y, cuando yo estaba escribiendo sobre islas.) Residiendo en este espacio mínimo, de soledad, porque la isla puede ser espacialmente infinita, un hombre solo recibe la misma condena que si fuera un dios. A su imagen creado… y el espíritu crédulo o acomodaticio se imagina grandeza y un país de oro. No. Dios afirma entre posibilidades en sí mismas indiferentes, recorta un todo del pensamiento, hace del todo un puzzle para distracción de los seres semejantes (a él). Es su voluntad madre de la verdad y del error, decide esa misma voluntad acerca de la rectitud de los juicios, afirmando o negando estados de cosas... en sí mismos indiferentes. (Hechos: los mismos estados desde un punto de vista dinámico.) Yo, con mi voluntad, no puedo afirmar ya la rectitud de mis propios juicios. He llegado demasiado tarde, el paisaje ya estaba conformado.


Y sin embargo:

Un hombre solo se encuentra en su isla (no ha salido de su mente), igual que si fuera la primera vez y le invadiera de improviso una luz incomprensible, una pasión sin bordes, un dolor mortal. En un bar o en un valle este hombre explora un camino en el bosque. Los árboles son sus propios pensamientos. Abriendo un camino, él también afirma o niega. Sella su sentencia. Él es un dios entre seres extraños, herido por los gestos ajenos, la música estereofónica, el lenguaje en susurros o en inglés. Mi dios es un loco y hasta podría llegar a creer que soy yo mismo. Se malentiende la necesidad de todos los cristos si se entiende que Dios se cede, en virtud de su gracia, a la carne mortal. En realidad Dios necesita la carne ajena, mortal y ajada, para huir de esta horrible soledad que yo estoy sintiendo. Yo, el fingidor de islas.


***


... y los exámenes sin corregir.

2 comentarios:

eutelia dijo...

¡que bien me cae usted!
saludos!
eutelia

Martín López dijo...

Eso es porque no me conoce... pero gracias.