25 de septiembre de 2010

Reincidente

No, la verdad es que no me disgusta esta entrada, que he vuelto a mirar últimamente. Pertenece a un tiempo del que me ha separado el reloj, y el mismo espacio. Quede como muestra de la validez atemporal (¿qué sabemos después acerca de qué escribíamos?) de las notas que recogen la impresión de un instante de emoción o de lectura (Rilke). No, no me disgusta:

13/12/06
Amor y muerte, tarde y frialdad.
(RMR)
Andábamos dentro de cajas de metal frío, sin aliento ni ventanas para mirar fuera, unas cajas gris claro, volantes, por encima de los puentes y los nervios que están sobre la tierra. En el interior de ellas, y también mirándolas pasar desde aquella ventana de hotel, por la avenida amplia, el siglo pasado. Ellas me dicen lo que sé y lo que ignoro: de su boca, rosa tardía y espesa, se esperan decisiones.
Aunque nos conociéramos durante mil años no llegaríamos a tener que hablarnos. Tanto es lo que separa un nacimiento de otro, lo que nos desgasta el tiempo y lo que se va olvidando: hasta dar en la piel sin huesos, la carne que ha perdido la fuerza y termina rindiéndose.
...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Obrigado pelo post útil! Eu não teria chegado a este o contrário!