8 de septiembre de 2010

El orden mundano

Existe una peculiar astucia de la pasiones, capaz de resolver los intereses de los hombres. De señalar límites, fronteras, un hasta aquí y ya no más. La brutalidad del decir escamotea lo que podía ser, llegado el caso, una cuestión con sentido. La vergüenza, la abyección, el rebajamiento espontáneo no tienen límites, en estos asuntos. Parece que se jugara la vida, y no el orgullo. Entre vida y orgullo quizás se juegue la dignidad, y aquí está el problema... Se producen preguntas y respuestas, claras, contundentes, de las de blanco y negro. Ningún hombre, ninguna mujer, soportan verse a esta luz. Aquí la obra maestra, la decisión correcta, no podría consistir en otra cosa que en la indiferencia, lo único de verdad acorde a la pasión fría en que deben gastarse los seres inteligentes. Las máquinas genéticas (nosotros mismos) no están preparadas para eso. Pero el tiempo sí, y su gestación del olvido---

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