En la p. 198 de la selección de J. Varo Zafra, que también prologa, en Visor/Diput. de Huelva.
Los "continentes" serán los conceptos, los abstractos: la matemática superpuesta y desgajada de la concreta y carnal vida.
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Naturalmente tenemos que ser más exigentes en nuestros comentarios: el "sin continente" tiene que ser el exiliado, expatriado y apátrida final. Nada lo contiene, existe en su nuda vida. Reducido a lo elemental, idéntico con la filosofía (esto que es elemental) que no se ha entregado todavía a la violencia categorizadora, a la arácnida y malvada red matamundos.
La metáfora no deberá ser lo mismo que el arduo trabajo del concepto, erigido sobre la cosa, igual que la libertad o la paz tras la guerra: el poeta contra la materia -y contra el sentido familiar del lenguaje.
Nada de eso: la palabra es. Que sea. Que no viva parásita contra la cosa, secándola y pidiendo comentarios abstrusos para que tras el criptograma se halle la verdad oculta.
Por esto el poeta mienta los elementos (ni siquiera el cielo quinto, el éter): para que se pudiera ver fácilmente el mezquino vicio de la vestidura verbal.
Los elementos nada más, sin la fuerza (azar o máquina, o providente ingeniero) que ha moverlos y combinarlos (coctelero sabio cósmico)---
Pero, ¿por qué no la tierra? ¿Habría ésta de ser el continente, siquiera a la fuerza? Si ocurre de esta forma, si no hay desterrado sino transterrado, ¿habrá el poeta de obligarse a renunciar, inclusive, al mínimo consuelo del habitar en alguna parte, hermano entre humanos? Este horror no ha de aguantarlo cualquiera.
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