2 de septiembre de 2010

Ascendientes

No hay extrañeza para estos seres que viven en blanco. Esta misma percepción de lo extraño dependería de una memoria de los significados y los términos. Esta misma memoria es la que han perdido. Lo que veo, podrían decirse si pudieran, no casa bien con el nombre que le doy. No pueden, yo pienso que no pueden decirse esta sola cosa. Conocer su fallo, ese terrible asalto al que se ve sometido su cerebro, implica, pienso yo, estar al tanto de la diferencia y el milagro que continuamente supone ligar el signo con la cosa. Cada uno en una mano, la mirada llena de estupefacción. La misma que puedo sentir yo, las veces que conozco la piedad y un interés mayor.

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