9 de enero de 2009

Minuit

Qué maravillosa es la vecindad de la medianoche! Levantando la persiana podría ver estrellas, que son los escalones de los místicos hacia el Inefable. Igual está nublado, con promesa de nieve, y se anticipan los felices copos. Pero como hace un frío espantoso, por lo menos en mi idea presente de lo que es la calle, no me admiro de las estrellas posibles ni me alegro de la expectativa futura de calles blancas y jolgorio infantil. Con la persiana bajada y un calor medido aquí dentro, producto frágil de la civilización y la vida media, se ejerce mejor la compasión y se le ocurre a uno que la noche también es maravillosa en la proximidad del cambio de día porque las tareas de hoy ya se han acabado.

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