24 de enero de 2009

Ciertamente

En el mundo moderno. Antes, realmente: en efecto o en acto. Ciertamente, pues.

La química, por defecto o exceso, representa uno de los asientos de la infelicidad. También hay una silla para las contradicciones, y no sé quién sabrá decidir si éstas vienen antes o después para el ánima desesperada y hueca. Un pensamiento cerrado, sin fisuras para la negación, será simpático a los ojos del mundo y dará una personalidad perfecta para los casilleros ya dispuestos, sean papeles sociales o las cenas en familia. Un pensar acorde con las categorías es constructivo y quiere prorrogar en otra la buena disposición de las cosas en esta vida, quizás la única. Sucede que esa vida que quiere doblarse, porque le parece poco su sosa beatitud de aquí, es nada más que esto, sosería. Por el contrario: la química va (te lleva hacia) al abismo cotidiano, al tic tac triste, a una paradójica riqueza contenida en la angustia. El lenguaje, con su existencia de diario, va a dar testimonio de esta proporcionalidad inversa entre el hundido en la miseria y el salvado en el texto (que por lo menos se lo cree aunque sea mentira, otra más).

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Exempla:

Un diarista lee a un diarista que lee a un diarista. La entrada de 19 de enero sobre los Diarios de S. M., claro está.

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