A y B, americanos, uno del norte y otro del sur, autores eminentes de los que prestigian una lengua, coinciden en la denuncia de la colonización española. Lógico, la historia es materia cruel, labrada con sangre y dolor y falsedad. Alguna vez quizás no sea así, aunque lo dudamos. Quizás los españoles hayamos cometido el error de no extinguirnos, a pesar de nuestros propios y repetidos intentos. ¿No hay también, desde el otro lado, una fácil adscripción a la doctrina del pecado original de conquista, como una manera de racionalización legitimadora de los déficits del presente? Queda el lenguaje, y eso debería ser lo fundamental, más allá de si tiene sentido o no habérnoslas con una cultura hispánica o una civilización hispanoamericana.
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