El sinólogo me produce la impresión del converso, alguien que juzga sin misericordia la falsedad de la antigua doctrina, precisamente porque esa fue la suya. Esta salida de la caverna, ¿obliterará la percepción correcta, la Idea adecuada de las cosas? ¿Debemos creer que los testimonios son vectores de verdad?
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En el experimento totalitario se ensaya la vía soft de la democratura. (Lo de dictablanda parece demasiado propio de espadones enjamelgados, muy antañones.)
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