Un párrafo logrado es como una piedra afortunada que se halla en el camino de siempre, a resguardo de la lluvia.
Es como el rostro de uno en el espejo, un reconocimiento que no deja insatisfechos del todo, cuando tan difícil es tallar las palabras, después de los cincuenta y cinco. Tanto como vivir al abrigo del deseo, en las despobladas filas de los que se cobijan bajo un sol modesto, ausente en tardes como esta de diciembre.
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