La tentación es demasiado grande, y no por reiterada menos tentadora. Adquirir humildemente un cuaderno, clase media venida a menos, nada prestigioso ni híbrido enchufable, en una de estas pspelerias de lance que todavía se conservan en los pueblos.
Y después ocultar los motivos y el cuerpo del crimen, ese de poner azul sobre blanco los acasos de las horas, convocando la ilusión de otra vida, allí donde la pobreza nihil obstat porque del frío de febrero se sale, cuando la floración del almendro va embriagando los caminos rurales.
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