Soy un buen ciudadano y me preocupa su sostén. Por eso conduzco por el camino de montaña, mirando con atención las señales que me van indicando - están escritas en el terreno - la dirección del pequeño pueblo donde debo hacer la declaración del IRPF. Voy muy despacio, llevo detrás del coche a un senderista, muy pegado. Le invito a que me adelante, y me dice sonriente que no pasa nada, que ya dará cuenta de mí. Esas palabras me asustan un poco. Además, el camino se va estrechando, cada vez más confundido con el terreno, hasta que desaparece. Miro a lo lejos, a la profusión de oteros y barrancos. Entonces veo o recuerdo que el trayecto que tengo que seguir para cumplir mis deberes con el Estado es otro diferente, una carretera asfaltada, más transitable pero también con curvas.
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