Ante las oficinas del Canal 4 se rompen a martillazos varios televisores viejos cuyos despojos se arrojan a la basura, en respuesta al empresario Emilio Azcárraga, que afirmó no haber visto jamás aparatos de televisión tirados en la calle. (Monsiváis, Aires de familia, p. 234. La cosa sucede en 1995.)
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