Escolástico Poblaciones, pensador in itinere, intuyó que lo temido, la fatal debacle, estaba allí, en la cruel forma de un ataque de pánico cuando intentaba aclarar el galimatías del argumento ontológico del canterburiano. El suceso consistió en que, simultáneamente a su posición armado delante de la pizarra con la alba tiza, adquirió inconcusa (como facturada de hormigón) conciencia de que se iba a bloquear de manera más que notoria, plena ("Creo que me voy a liar", se le plantó como voz o como idea en el cerebro súbitamente estragado, "Que el dios me asista"). Notaba cómo la lengua se le ponía seca y pastosa, anticipando con intransferible vergüenza el momento en que debería darse la vuelta y enfrentar el bochorno y quién sabe si la huida, pero con oficio logró tirar el balón fuera... Tan escasa es la distancia entre la salvación y el desastre una vez que nos enfangamos en las diatribas de Anselmo y el monje Gaunilón cuando le plantó al egregio obispo el ejemplo de Samoa. Yo creo que ha sido el espíritu de Trinidad del Santo Camino (la Callejona) que me ha enviado una mala energía entorpecedora, se decía nuestro pequeño filósofo, buscando motivos creíbles para su crisis y casi caída...
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