El cuadro de la portada
no aclara el contenido,
pero es hermoso.
Un paisaje de campiña pleno de dorados,
de trigales en sazón pintados por un extraño,
yo no sé si de América o de este lado.
Nadie aparece en la pintura:
yo entiendo que un hombre
perdido en el hotel de la ciudad,
el libro sobre la cama deshecha,
sueña alguna tarde con ese campo de agosto,
de senderos marcados y tiempo reposado.
(Los pintores saben mirar
a kilómetros de las ventanas.)
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