Hay quien cuenta el tiempo por la cosecha, y se extraña.
Es verano, el mar atrae.
2012, por ejemplo. ¿Tú recuerdas que ese fue un buen año? Que la mies estaba dorada, la viña en sazón...
El mar nos atrae, visto desde lejos, cuando la carretera dobla hacia el pueblo. Azul, blanco.
O fue un par de años después, en día de mercado, para escándalo de los clientes. Un golpe seco, del cuerpo en su punto. El aire hirviente aviva la memoria: como en esa película india, con el campo dorado remecido. El campo: todos. El observador advierte la tosquedad de la metáfora muchos años después. Una proposición es verdadera, decíamos en clase, en el tiempo t de algún mundo posible, y esa será la felicidad de no tener que hablar ya por figuras. A lo cual llamamos dios.
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