Morenito de la Iglesia, ciudadano de Ecuador, es torero retirado y pensador ocasional. La dura experiencia del matador trasterrado es fuente muy nutricia de sus cogitaciones. Entiende que la tauromaquia, que él deriva de la cinegética, es isomorfa del conflicto entre lenguaje y ser. Rara vez hay armonía en este juego de palabra y mundo: el orden es pelea. Un doble riesgo atenaza al homo loquens: o se impone el concepto y deshace lo real, o bien ocurre al contrario e impera el silencio. Morenito rastrea estás vinculaciones, que él pondera religiosas, en cadenas bastante inviables de la vida histórica de las ideas.
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