Marcuditos Torontoniano MacQwerty, de padre uruguayo y madre escocesa, decidió, alcanzada la mayoría de edad, abandonar la casa familiar en O. y recogerse a meditar en el desierto almeriense. Sitio había y lo hay, a pesar del turismo global y las asechanzas de la malhadada información. Tampoco los retiros son como los de antes, cuando se dejaba el mundo civil de todas todas y se daba lugar a historias estrañas, miríficas y un poco psicodélicas, como Goya en los albores del arte de la contemporaneité. El desierto almeriense ahora es un poco como de bolsillo, igual que el dinero que se lleva, y tiene buenas conexiones por carretera, antenas de televisión y llega el periódico. Huir allí es mirar el mundo desde un aparte escénico, no sin ser visto, sino para ser visto. Quien huye a este jardín o erial barrido por el aire, tan cercanos el mar y el cielo, solo aparentemente abdica del común. En realidad es un diógenes que ya no lleva linterna, por exceso de luz, y quiere para sí el universo, para bucear en infinitos o para ascender hasta el corazón de los hombres. El desierto será su tonel encontrado, allí donde los perros ladran de contento.
Blogger me avisa de que las leyes europeas, Dios las bendiga, me obligan a que avise a mis improbables visitantes y/o lectores de que mi blog usa cookies, pero a mí su aviso, incompetencia mía, seguro, no se me pone en la cabecera
1 de julio de 2021
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