¿Cuánta verdad estamos dispuestos a soportar? ¿Por qué le tenemos miedo a la confesión? Quizás porque detrás del mal solo ande la idiotez, el mundo propio desajustado.
Se emprende un camino que no se sabe bien a dónde lleva. Pero se emprende porque es la manera de mostrarse después al espejo, a otros.
¡Qué bien disimula el histrión! Él mismo inicia la cadena de aplausos para su redondo estómago. Dura poco, lo que tardan las leyes de la mecánica y la lluvia en recordar su potestad. La máquina es la venganza irónica del animal hacia quien lo malentiende. Sus leyes a todos abrazan en el frío y en el fango. Un campo de carroña que ninguna música consigue olvidar aunque multiplique misereres.
Desde hace cien años somos para el otro, el de las alas de buitre y la plétora racional. Por el rodeo del siglo y las experiencias lo hemos acabado sabiendo nosotros, como legítimos herederos de la pesadilla. Ser para otro, arrastrando y siendo arrastrados por una cadena de mentiras pomposas. Dios murió cuando miramos hacia el futuro...
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