Bastantes horas grises tiñen un día de oscuro.
Las campanadas caen con desgana, acompasadas a la luz declinante.
Las frases cortas y duras, como dichas en un sueño.
Mujeres y hombres de la ciudad quedan lejos, atados a su ritmo, el gesto crispado.
Quien cuenta, se pone aparte. A esto se reduce la meditación. A delimitar sombras y claros en los que uno mismo se lleva la mejor parte, disponiéndose en medio.
Mientras, arden las calles entre la bronca electoral y los daimones de saldo recogen sus ganancias, extraños a la virtud: el silencio.
...Pero existir acaba en la arena, después de escasos instantes de dicha.
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