Debió ser hace quince años, cuando según las pretensiones de nuestra era todavía no se ha abandonado la juventud:
Da igual el poema que el lamento, el paisaje que la carretera: la misma noche los reúne, y el viento frío y la nieve lejana, todos aquellos momentos del pasado en que anticipábamos los recuerdos -siempre ocurre- del personaje encorvado y galán en que el tiempo obliga a convertirnos (debió ser Pessoa, años 30, Libro del desasosiego, amemos su moral triste de portugués feo y cortés, como si de nosotros mismos se tratara, y de la misma calle y la misma tabaquería).
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