Quién imaginará una historia de donjuanes, burladores, hilariones,
sin la efigie del soberano en las monedas.
Sería como discurrir de nadie a nadie,
imaginando por los ojos la persona.
Quién dará curso así al comercio o los amores,
forzado a recordar cuando el oro tintinea la cara del auténtico tirano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario