Cuando Dirac amonesta a Oppenheimer por sus veleidades poéticas (!), y cómo es posible la poesía después de la explosión, debería ser la fácil y paralela pregunta, le muestra la diferencia, a su entender, entre la física y la poesía: la primera trata, con palabras que cualquiera entiende, de lo que todo el mundo desconoce; la segunda, a la inversa, envuelve en un lenguaje que nadie comprende aquello que toda persona conoce. Seguramente Dirac no conoce los extravíos y desvaríos de cierta filosofía francesa diseminada urbi et orbe, pero aparte de este hecho, ¿no dejaremos de lado, en la apreciación de Dirac, la apertura al mundo que anhela el lenguaje atravesado, duro, oblicuo, hermético, etc.? Las voces de uso corriente son a menudo monedas gastadas, hojas del árbol que ya ni siquiera dejan ver el suelo del bosque, y para qué hablar del subsuelo, o sea de esos hondones del alma...
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