22 de junio de 2020

Junípero Colombo de la Sierra es un lego con ínfulas. Cree que en las ínsulas desconocidas de Cipango, en desiertos lo mismo que en junglas, porque la vista no sabe lo que se va a encontrar en esas inmensidades incultas, si un extremo o el otro, pero nunca la tibieza, es labor meritoria el pasaje del paleolítico al neolítico, y el cultivo de las letras helénicas. De las turbas andariegas y sucias a las masas de gentes pacíficas asentadas, a la escritura y la poesía que se recita y se guarda en el interior. Piensa en la posibilidad de un salto milagroso desde la cantidad inerte a la calidad, que es como decir el tránsito de la magia caníbal al logos comunitario, atajando por el camino de la persuasión y el ejemplo. Piensa que se pueden congregar las gentes, tendiéndoles la mano, edificando casas, trazando planos de ciudades, y construyendo leyes con la misma firmeza con que se asientan cimientos. Ha venido a parar al sur, porque entre estos sequedales puede morar casi de incógnito aquel que no necesita estatuas. En efecto, el verdadero homenaje se labra en la memoria de unos cuantos.

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